Se denomina inteligencia artificial a la capacidad de algunas máquinas de llevar a cabo procesos que de forma natural requerirían de un ser humano. Pero la gran incógnita de este asunto es si en el futuro esto va a avanzar tanto como nos las muestran en el cine.
Los avances en el ámbito de la tecnología se han aplicado mucho a nuestra vida diaria, hasta tal punto que no somos capaces de hacer nuestra rutina diaria sin que se interponga una máquina. Pero esas máquinas que hemos adquirido y viven con nosotros no se pueden denominar oponentes en inteligencia, dado que mientras estas funcionan gracias a programaciones previas y requieren de un impulso humano, nosotros somos capaces de llevar a cabo procesos sin esas necesidades.
Por lo tanto, no podemos evitar preguntarnos hasta qué punto podemos esperar que en un futuro compartamos nuestra vida con androides de aspecto humano capaces de cualquier proceso.
Lo que sí queda claro, es que el ansiado y tan usado argumento de que las máquinas puedan algún día generar sentimientos es poca más que una ilusión pensada para llamar la atención de los espectadores, por el simple hecho de que una máquina no tiene ni tendrá nunca sentimientos, al menos reales.
Alguna persona podría intentar convencernos con argumentos tan simples como que hace apenas 50 años también se creía que los animales no tenían sentimientos o que hace más de mil años también se pensaba que los esclavos carecían de ellos; no os preocupéis, mis pequeños y esperanzados ilusos, porque al contrario que los antaño esclavos y animales eran seres vivos productores de hormonas y generadores de sustancias químicas responsables de los sentimientos, las máquinas carecen de tales capacidades.
Amantes de la ciencia ficción, es mi terrible honor informaros de que nunca tendréis un amigo androide en casa, por lo que ya podéis ir haciendo amigos de verdad.
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